jueves, 1 de octubre de 2015

MITOLOGÍA PARA NIÑOS: Ulises y el señor de los vientos

Tras huir de la isla de los cíclopes (aquí) la siguiente etapa llevó a Ulises y los suyos hasta Eolia, la isla flotante de Eolo, el señor de los vientos que vivía acompañado de su esposa y sus doce hijos, seis chicas y seis chicos.


Ulises fue acogido por Eolo con gran amabilidad y en su maravilloso palacio vivió cerca de un mes relatando el sitio de la ciudad de Troya y todas las visicitudes que habían tenido que vivir hasta llegar a la isla donde ahora se encontraban (aquí). Todo marchaba sin contratiempos pero Ulises comenzaba a impacientarse y lo único que deseaba era poder volver por fin a su amada Ítaca. 


Eolo entrega los vientos a Ulises de Isaac Moillon (1614 - 1673)

Eolo, amante esposo y padre, lo entendió perfectamente y le dejó partir no sin antes facilitarle nuevas provisiones y un odre hecho con piel de buey, cosido en el extremo con la siguiente indicación.

Por nada del mundo debéis abrir este odre.
En él se contienen todos los vientos del mundo
a excepción de Céfiro, el suave viento del oeste, que será quien os conduzca a casa.
 
Durante los siguientes nueve días y nueve noches Ulises no soltó el timón ni un solo instante. En ningún momento se lo cedió a un compañero. Su único deseo era tenerlo todo controlado para así poder regresar a Ítaca. Cuando el décimo día amaneció por fin vieron su añorada tierra y es en ese momento de suma felicidad,  a escasas millas de su casa, cuando el cansancio le vence y el sueño se apodera de él. 




Con Ulises dormido sus marineros, que durante todo el viaje no habían apartado su avariciosa mirada del odre, comenzaron a hablar.

No lo entiendo, ¿por qué no podemos abrir el odre? Seguro que está llenito de oro y de plata -dijo uno. 

Pues a mí realmente me parece injusto -expuso otro. Nosotros también hemos ganado la guerra, pero volvemos con las manos vacías en cambio Ulises...

Estuvieron un buen rato debatiendo qué hacer con el dichoso odre hasta que por fin  decidieron que ya que estaban tan cerca de Ítaca ningún mal podría sucederles si lo abrían. Y así lo hicieron.

En el mismo momento en que los marineros desataron el hilo de plata con el que estaba cosido el odre todos los vientos que allí estaban contenidos se escabulleron a toda prisa y se llevaron las naves a mar adentro desperdigándolas y arrastrándolas desde la costa de su patria a mares desconocidos.

 

Los gritos y los llantos de la tripulación despiertan a Ulises que enseguida comprende qué ha pasado. La desesperación se apodera de él y si no hubiese sido porque tenía hombres a su cargo bien se hubiese tirado por la borda y hubiera acabado con su sufrimiento. Pero debía pensar en los suyos, aunque éstos habían sido los auténticos causantes de semenjante catástrofe, así que volvió a asumir los mandos del timón.

Tras varios días navegando los vientos vuelven a llevar a Ulises y los suyos a la isla de Eolia. Ulises acompañado de dos marineros va a buscar al dios de los vientos y cuando éste les ve venir pregunta alarmado:

Ulises, ¿cómo no estás en tu querida Ítaca?

Ulises le explicó cómo sus hombres aprovecharon el momento en el que él dormía para desobedecer sus órdenes y abrir el odre, para después rogarle que le ayudase nuevamente.



Pero Eolo en cuanto conoce la historia no lo duda ni un momento:

Ulises por favor abandona mi isla. Si los dioses os odian tanto yo no puedo ayudarte.

Ulises, cabizbajo y muy preocupado, regresa junto a sus compañeros.  Sabe que debe volver a introdurcirse en un mar lleno de peligros pero lo que deconoce es el momento en el que volverán, siquiera, a divisar su amada Ítaca...

¿Volverán a ella? ¿Encontrarán otra tierra que les acoja?

 La próxima semana sabremos como continúa...



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