jueves, 15 de octubre de 2015

MITOLOGÍA PARA NIÑOS: Ulises desciende al reino de los muertos en busca de su futuro.


Tras casi un año siendo huéspedes de la maga Circe (aquí) los compañeros de Ulises comenzaron a impacietarse. Era cierto que el tiempo transcurría muy plácidamente en esa isla hasta tal punto que en ocasiones se les olvidaba su verdadero propósito pero si querían regresar a Ítaca, era hora de partir. Esa misma noche Ulises comunico a la Circe su deseo, a lo que ella respondió:

Si esa es vuestra voluntad no os retendré pero debéis tener en cuenta que ni siquiera yo puedo deciros cómo regresar a Ítaca. La única manera para obtener esa información es...
 Descender al reino de los muertos e invocar al espíritu del 
adivino Tiresias.


Os podéis figurar cómo se le quedó el cuerpo a Ulises en cuanto escucho El Reino de los Muertos. Nadie que iba al reino de Hades regresaba de allí con vida, ¿cómo lo iba hacer él?

La Maga Circe, percatándose del terror que su rostro reflejaba, le explicó punto por punto todos los caminos que debía seguir,  además de entregarle una oveja y un carnero negro para que los ofreciese en sacrificio.



Tras un día entero navegando por fin llegaron al profundo río Océano, ese que circunda el mundo, al que nunca llega el sol y envuelve en tinieblas todo lo que rodea. Ulises y los suyos deciden encallar allí su nave y proseguir a pie por la orilla del río hasta encontrar el Aqueronte, uno de los dos ríos infernales.

Una vez allí Ulises recuerda perfectamente las recomendaciones de Circe

Debe cavar con su espada un zanja ancha y profunda y mientras se encomiendan a los espíritus de los muertos sacrificar la oveja y el carnero para derramar su sangre en el interior del agujero...

En el mismo instante en que la sangre comenzó a ser vertida Ulises y los suyos vieron como los espíritus acudían al foso. 

Ancianos encorvados, novias que se lamentan por haber perdido la vida tan jóvenes,  sombras de guerreros cubiertos de heridas... Todos estaban deseosos de poder beber esa sangre caliente que ya no vertía por sus venas.



Pero Ulises recordaba muy bien las palabras de Circe:

Debe ser la sombra del adivino Tiresias quien beba en primer lugar. Sólo después podrá beber el resto.

Pese a estar muerto de miedo, sacó su espada para impedir que ninguna sombra se acercase a la sangre. Ulises intenta no mirar demasiado, hay demasiada gente conocida..., aunque no pudo evitar fijarse en una sombra que le resultaba muy familiar.

Era su madre... Anticlea a quien había dejado con vida antes de embarcarse en la guerra de Troya pero que el dolor por la ausencia de su hijo le ha llevado hasta el reino de Hades.

Anticlea se acercó al foso con la intención de beber de la sangre pero Ulises, con todo el dolor de su corazón, le aparta.


Tiresias se aparece a Ulises durante el sacrificio. Henry Fuseli, 1780-1785.

POr fin tras esperara bastante apareció un espíritu viejo y espectral, era Tiresías el profeta ciego que habiendo reconocido a Ulises y le ruega que le deje beber. Ulises enfunda su espada y se aparta esperando las palabras del viejo adivino.

Ulises, hijo de Laertes, has venido hasta aquí para que te cuente tu futuro, pues así haré.
Me gustaría decirte que llegaréis pronto y sanos a vuestra querida Ítaca, pero por desgracia mis palabras no serían ciertas. El día que heriste el único ojo del cíclope Polifemo (aquí) te granjeaste el odio de su padre Poseidón.  Es por ello que tu vuelta a casa está siendo tan complicada y llena de obstáculos.

Pero te prometo que tú y tus hombres podréis volver sanos y salvos si escucháis mis advertencias. Vuestros viajes os llevarán a una isla de nombre Trinacria donde pastan las vacas sagradas del Dios Sol.

No dejés que tus hombres ni tan siquiera toquen dichas vacas porque si les hacen daño perderás tus naves y a todos tus compañeros.
Si así fuese, probablemente tú escapes del desatre y puedas volver a Ítaca pero te veo llegar solo a un lugar lleno de dolor y de conflictos. Un lugar tomados por tus enemigos que cortejan sin pudor a tu amada Penélope. 

Tras tan duras palabras Tiresias se retira. Ulises acata todo lo escuchado pues sabe que ésta es la voluntad de los dioses pero no puede sino lamentarse del destino incierto que le espera.




En ese instante su madre Anticlea se acerca y Ulises le pregunta por los suyos: por su padre, el viejo Laertes;  por su amada Penélope pues teme que ésta en su larga ausencia se haya casado con otro; y por Telémaco, su hijo al que le ha dejado la difícil tarea de mantener el trono libre de usurpadores.

Y su madre le da la mejor de las noticias posibles:

Todos viven y esperan deseosos y con gran pena su regreso. 

Esa pena fue precisamente lo que a ella le trajo al Reino de los Muertos. Cuando Ulises oyó estas palabras se levantó para brazar a su madre, pero no lo consiguió. Lo volvió a intentar pero el espíritu de Anticlea se escabuía una y otra vez hasta que por fin su madre le dice:

No intentes abrazarme Ulises. Los que vivimos aquí abajo no tenemos ni huesos ni sangre. Solamente somos sombras, visiones vaporosas y furtivas de aquello que fuimos...

Ahora por favor toma tus hombres, sal de las tinieblas y vuelve a tomar el camino a casa.

Y así lo hicieron. Ulises y sus hombres volvieron al barco con la intención de alejarse lo ante posible de tan tenebrosa costa. Eso sí, ninguno podía olvidar las palabras de Tiresías...


¿Cómo acabará este viaje?


Lo sabremos en próximas entregas



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